Dice el presidente del Dépor que el club no necesitará acogerse a la Ley Concursal, salvo que la gente "se vuelva loca". Parece que esa "gente" son, nada menos, que una institución como Hacienda (encargada de la recaudación de los impuestos que financian nuestro Estado de Bienestar, ahí es nada) y ciertas entidades bancarias.
Curiosa manera de interpretar la realidad: para un ciudadano común, eludir sus obligaciones fiscales o hipotecarias supondría caminar hacia el abismo (en el que la pérdida de patrimonio se convierte en mal menor). Al señor Lendoiro, sin embargo, la estrategia de "no pagar" le parece de lo más plausible. ¡Qué tío! Se acoge a una "suspensión de pagos voluntaria" a la hora de cumplir con sus obligaciones económicas y luego dice que no pasa nada. A mí se me ocurre que el club podría hacer lo mismo: cuando llegue la hora de transferir el salario del presidente (ese polémico 1% del presupuesto), dejarlo para mejor ocasión o, directamente, no hacerlo. Lo coherente entonces sería que el señor Lendoiro se dirigiese al club en estos términos: "No hay ningún problema, señores. No vamos a volvernos locos, ya pagarán ustedes cuando tengan a bien. O cuando ascendamos, disputemos el torneo de Liga o ganemos la Champions".
Hasta ahora, la estrategia de barrer debajo de la alfombra y mirar para otro lado no le ha ido mal, pero... ¿durará por siempre? El trato de favor dispensado al Deportivo no será eterno, y si Hacienda no se atreve a exigir a los clubes del fútbol al menos las mismas obligaciones que al resto de los ciudadanos del país (cosa que no es del todo descartable, sobre todo en tiempos de crisis profunda), los bancos sí lo harán. Lo triste es que será para desgracia del equipo y su afición.
Triste, como el amor al sillón del señor Lendoiro.