Ayer, en China, la tierra tembló; y los medios de comunicación se apresuraron a contarlo con todo lujo de detalles, para que nos enteremos bien. Para que sepamos que las víctimas aumentan a cada momento; para que nos den igual 8, que 80, que 8000. Esta mañana he leído un intertítulo que me ha dado asco: "entre las víctimas se encuentran numerosos niños, debido a que estaban en clase a la hora del terremoto".
Supongo que mis colegas se sentirán orgullosos de su profesionalidad por informarnos tan bien, pero en este momento yo no puedo sentir más que vergüenza. Hemos llegado a un punto de frivolidad en el que lo único que parecen importar son los números, los datos, pasando por encima de cualquier consideración moral, o humana, que está siempre detrás de cada acontecimiento (no digamos detrás de un drama como este: miles de muertos, y otros tantos desplazados, aún por confirmar...). ¿La razón? Supongo que las reflexiones sobre humanidad o respeto ante el sufrimiento ajeno no se quedan en la mera superficie, y eso es demasiado pedir, en una sociedad tan superficial...
Da igual. Para los propietarios de los medios, lo único que importa es la noticia, y desde luego, su efecto en la sociedad. Ya lo dice la máxima periodística: "nunca dejes que la verdad te arruine un buen titular..."